Dialogo imaginario entre Teodorico, rey de los Ostrogodos, y su hija Amalasunta.
Ravenna, un día alrededor del año 525 dc.
Querida Hija, en este lugar mandaré construir mi tumba. Para hacerlo, centenares de embarcaciones traerán desde Istria grandes bloques de aquella maravillosa piedra blanca que se estrae en esos lugares.
El mausoleo será digno del más poderoso rey, y lo construiremos en modo que permanezca en pie hasta el fin de los tiempos.
Las piedras serán talladas en modo que cada una se ajuste a la perfección con las otras y asi no utilizaremos ningún tipo de cemento entre ellas.
Sobre los muros pondremos una cupula realizada de un gigantesco bloque de piedra, que con su colosal peso mantendrá el edificio unido y estable por toda la eternidad.
Pero padre, ¿como será posible poner semejante mole sobre el mausoleo?
Hija, los ingenieros Romanos que trabajan para nosotros, han ideado un ingenioso sistema. Construirán unas grandes grúas cuyas cuerdas serán amarradas a algunas asas talladas en el techo. Para hacer mas fácil el trabajo, inundaremos toda el área alrededor del mausoleo y de esta forma la nave que transportará el techo podrá acercarse al edificio y ponerse a la misma altura de su ubicación final, asi las grúas tendrán que realizar poco esfuerzo para poner el bloque de piedra en su lugar…
Amalasunta, tienes que prometerme que si por algún motivo yo muriese antes de terminar los trabajos, tu continuaras los trabajos y dejarás reposar mis restos en su interior.
Si Padre, lo prometo…
y asi, esta maravilla de la antigüedad llego hasta nosotros, casi intacta…







