Venezia siempre sorprende. Caminando por sus estrechas calles, a menudo sin un destino fijo, uno termina encontrando rincones donde el tiempo parece detenerse.

Esta foto capta precisamente ese momento: la tranquilidad de un canal de aguas verdes, salpicado por el reflejo casi perfecto de las fachadas venecianas y pequeñas embarcaciones que descansan flotando tranquilamente.
Frente al canal, un grupo de personas camina en una escena cotidiana —quizá turistas disfrutando el arte de perderse, o locales realizando algún trámite.
La luz de mediodía baña los edificios con tonos cálidos; balcones con rejas de hierro forjado y ventanas cerradas evocan historias antiguas. En esta instantánea, Venecia muestra su doble cara: el agua, espejo de piedra y cielo, y la vida que, humilde y vibrante, recorre sus orillas. Las pequeñas cosas —la ropa tendida, las persianas bajadas, el letrero en la esquina— recuerdan que cada canal es un universo propio.
Venexia no es solo un destino turístico, es la suma de miles de escenas como esta: el rumor de pasos sobre lis puentes, la brisa, el murmullo del agua bajo los botes. Basta detenerse un segundo, mirar alrededor y dejarse envolver por la magia de una ciudad que parece flotar en las aguas de la laguna.
La “Fondamenta Arzere” es el nombre de la calle visible en la foto, ubicada en Dorsoduro, una de las zonas más tranquilas y auténticas de Venecia. Esta fondamenta bordea uno de los muchos canales secundarios de la ciudad, lejos del bullicio turístico, y es ideal para paseos donde se puede apreciar la vida cotidiana veneciana, fachadas históricas y el reflejo de los edificios sobre el agua. Es un lugar perfecto para descubrir el encanto más genuino de la ciudad.




