La extensión de las investigaciones y la ampliación de la zona de excavación en el santuario de Bagno Grande condujeron, entre junio y octubre de 2024, al descubrimiento del muro del espacio sagrado, que encerraba varios edificios, entre ellos el templo construido alrededor de la gran piscina sagrada.

La excavación ha sacado ahora a la luz gran parte de la piscina más antigua, reconstruida posteriormente entre los reinados de los emperadores Tiberio y Claudio. Si en el exterior del templo han salido a la luz sobre todo, los restos de ofrendas y ceremonias que tuvieron lugar a lo largo de los siglos, con deposiciones de lámparas de aceite, ungüentarios de vidrio, bronces votivos, exvotos de terracota pintada e incluso hojas de oro, es en el interior del estanque sagrado donde la estratificación de los dones votivos sigue restituyendo una gran cantidad de objetos protegidos por el agua termal y el barro arcilloso, a casi 5 metros de profundidad.

Una vez más, son las ofrendas de metales preciosos las que constituyen el elemento característico del depósito votivo. Cuatro nuevas estatuas y luego brazos, cabezas votivas y piernas inscritas, junto con instrumentos rituales, como una elegante lámpara de aceite, o un pequeño toro de bronce, que recuerda ese mundo agropastoral tan importante en este contexto y ya representado por el bajorrelieve del interior del estanque sagrado. Y también monedas de las épocas republicana e imperial, ya más de 10.000, halladas en el santuario de Bagno Grande. Pero junto al bronce, el hallazgo de una corona y un anillo de oro se asocia a la multiplicación de los oros romanos. Se trata de metales preciosos, incluidas gemas, ámbar y otras joyas, que vinculan el don de los poderes terapéuticos de las aguas calientes a las prácticas adivinatorias que, sin duda, debieron encontrar su foco en el santuario.





